Angel García Galiano
Reseñas del "Mapa de las aguas"
- José María Guelbenzu, REVISTA DE LIBROS
- Bernardino M. Hernando, TRIBUNA
- Andrés Sánchez Magro, CLARÍN
- Sabas Martín, RADIO 5
- Juan Carlos Peinado, LEER..EL MAGAZINE LITERARIO
- José H. Polo, HERALDO DE ARAGÓN
- Lluis Satorras, EL PAÍS
- Valeria Scorpioni Coggiola, L’INDICE
- Francisco Solano, RESEÑA
- Juana Vázquez, EL MUNDO
José María Guelbenzu
ÁNGEL GARCÍA GALIANO
"EL MAPA DE LAS AGUAS"
Esta primera novela de Ángel García Galiano descubre a un novelista. Puede parecer una perogrullada lo que digo, pero en estos tiempos de simulación, la afirmación se llena de sentido. Estamos ante una narración pensada, construida y afrontada con decisión. Contiene una visión del mundo relatada por un personaje que, con ella, reconstruye su propia historia.
El esquema de trabajo es la circularidad del tiempo y cómo los acontecimientos que se suceden en la historia personal de cada uno están sometidos a esa circularidad. El protagonista de esta historia se dirige al lector desde la celda donde espera su ejecución en una cárcel de California. Está degustando su última cena y envía por correo electrónico una especie de confesión a un nombre, Alicia, del que se despide diciendo: "Y gracias, ya que por ti me está costando irme y porque soñar que dejo aquí a alguien, a este lado del espejo, me ha salvado."
Las siguientes cuatro partes de la novela cuentan la historia de un niño que se hace hombre y que, a juzgar por lo que vamos leyendo, parece ser el mismo que se encuentra en el corredor de la muerte. Estas cuatro partes suceden en España, en La Mancha, y constituyen la creación del personaje. ¿Son el mismo? Sabemos que está escribiendo una novela, se refiere a su texto como "esta novela que escribo" y, desde luego, el tono no es de habla sino de escritura, está elaborado literariamente.
De la estructura de la novela emerge una construcción clave. El niño que vive en un pueblo de la Mancha se halla ante la vida, ante lo que sucede y ve y trata de entender, a ras de suelo. Un día encuentra unos prismáticos, sube a una torre y, desde allí domina el pueblo. Con su mirada a ras de suelo trataba de entender su incipiente primer amor por una muchacha que le doblaba en edad, y todo cuanto percibía le confundía y le excitaba, desde el juego de atrapar moscas hasta el descubrimiento de una alberca casi mágica para sus sensaciones; a partir del momento en que obtiene los prismáticos, descubre que puede disponer de una visión global sobre ese pequeño territorio que es el pueblo donde viven él, las gentes… y Alicia, su amor. Desde la torre y con los prismáticos descrubre que puede abarcar el territorio, aunque sólo sea para poder seguir a Alicia. Muchos años después tiene una intuición, provocada por su propio proceso de búsqueda, de que hay que rementarse sobre sí mismo y su historia para poder observar desde lo alto: entonces descubrirá que quizá la necesidad de comprender se parece mucho a la idea de trazar el mapa de las aguas y que ese mapa es la comprensión del mundo. Pero ¿quién posee tal mirada como para trazar el mapa de las aguas?
Este paso de mirar el pueblo a mirar el mundo es una excelente imagen del desenvolvimiento del personaje. Sin embargo, el mapa de las aguas es una utopía, un deseo, una imagen que la propia imaginación es capaz de enviarnos, pero cuya resolución es la vida de cada uno. El personaje, que trata de entenderse y de entender lo que lo ha constituido como persona, ve lo que busca: "La vida, supe al fin, o mejor, entendí de una vez, era esa corriente circular, espiral, sempiterna […] el ejemplo del barquito en el mar, cuyo movimiento era fruto de la interacción de todas las fuerzas que intervienen, desde el motor o el viento a cada una de las olas: para saber su rumbo preciso […] bastaría con sacar el mapa exacto de las aguas".
Pero el personaje se encuentra en la orilla, a ras de suelo, ha lanzado una piedra que salta, chap, chap, sobre la superficie, y todo se ha puesto en marcha, como la mariposa que agita las alas en un extremo del mundo y provoca un terromoto en el otro. Su imaginación, su experiencia, su memoria, su deseo…le permiten elevarse y tratar de entender, de trazar el mapa. ¿Cuándo concluye el mapa? Con la muerte, sólo con la muerte. El mapa es la vida. El viejo conflicto entre realidad y deseo vuelve a ser expresado.
Este sugestivo planteamiento, en el que la escritura no regatea esfuerzos a la ambición, se enreda varias veces en sí mismo, lo que no es necesariamente un demérito de la obra sino, en este caso, una muestra de la magnitud del intento. En la novela de García Galiano, sin embargo, hay excesos: desde la dificultad de concordar la primera parte con las cuatro restantes hasta la inverosimilitud de la posición final de narrador, pasando por un exceso exhibicionista de cultura de época y de insistencia en hacer trascendentes por el tono del discurso anécdotas que se agotan en sí mismas - sobre todo en el último capítulo de la novela, en el que las explicaciones al final agobian y las anécdotas redundan -. Pero ¡qué brío y qué decisión a la hora de narrar! Es verdad que el narrador es, en algunas ocasiones, autocomplaciente e insistente y a veces no jerarquiza hechos y efectos sino que los empantana. Ahora bien: esa idea de que el deseo de saber es un trabajo de la memoria, que se enreda en la circularidad del tiempo para entender el presente que mueve el deseo, revela una concepción de la escritura que se sitúa en el gran plano de la creación. Que una primera novela sea excedida por su propia ambición no es un problema; que su composición contenga el ímpetu, los elementos y los hallazgos de una verdadera creación es un motivo de júbilo.
REVISTA DE LIBROS (mayo de 1998)
Bernardino M. Hernando
QUÉ HACE AQUÍ ESTE MANCHEGO
De Ángel García Galiano sólo sé que nació en Madrid en 1961. Y que ésta, El mapa de las aguas (Mondadori), es su primera novela.
He aquí la mejor condición para enfrentarse con un nuevo libro de título sugerente: no saber nada de su autor. Y dejarse sorprender por la estupenda literatura de un desconocido que comienza la narración de su vida, en primera persona por tanto, de una forma poco usual.
Primero, un condenado a muerte en los minutos inmediatamente anteriores a su ejecución por inyección letal, nos sorprende con una confesión que parece absurda. Segundo, las muchas páginas que quedan de la novela nos prometen no se sabe qué maravillas o absurdideces pero, en cualquier caso, bien contadas. No me negarán ustedes que es un buen comienzo. Lo que sigue es también bueno. A veces muy bueno. Ángel García Galiano es autor primerizo en publicación. No en ecritura. Domina el lenguaje, domina la sucesión de aconteceres, domina los personajes. La infancia y primera juventud manchega del protagonista pueden explicarnos qué demonios hace este tipo en el pasillo de la muerte de un Estado USA. Quizá no sea eso lo importante, lo más importante. Ni eso ni la pretendida estructura de la novela, que la publicitaria contraportada del libro pretende literatura del futuro, la del siglo XXI. No. En el siglo XXI la novela será como en el XX y, en cualquier caso, El mapa de las aguas no es el Ulises de Joyce. Ni falta que le hace. Es una historia muy bien contada, plagada de personajes entrañables y cargada de talento literario. Qué falta hace más.
TRIBUNA, 16-III-1998
Andrés Sánchez Magro
EL DILEMA DEL DETERMINISMO NARRATIVO
Toda obra de arte debe enjuiciarse en el contexto intelectual en que aparece, en especial si aquél es de naturaleza confusa y contradictoria. En el sainete de muchas novelas que son un mero relato de encuentros, aunque vengan pringosas de la nata del roscón de Reyes o envueltas en papel couché, debe tocarse a rebato ante novelas que sugieran nuevos aires creativos. Así, adquiere un singular valor la heterodoxa propuesta narrativa en forma de primera novela publicada por Ángel García Galiano, obra lúcida de hondura estructural y sostenido pulso poético.
Este autor nuevo en la plaza ha escrito una pieza narrativa que denota mucha reflexión y mucha letra no impresa, pues es raro enfrentarse a una ópera prima tan coherente con una idea y tan osada en la composición. Galiano trata su saga narrativa al servicio de un entramado estructural ¿o es al revés?, lo que manifiesta una nítida vocación de estilo y pensamiento sobre la ratio essendi de eso que todavía llamamos novela por convención. Ahora bien, vaya esto por delante, este autor no ha confeccionado la típica novela de retales metaliterarios. En absoluto. Ángel García Galiano ha encomendado esta novela a un imaginario lírico, fruto de la memoria y de las emociones en fuga. El palíndromo que da tejido a la novela es el del propio reverso de ese dorado territorio de la infancia, perdida en una Mancha reinventada y casi iniciática.
"El azar no existe" se repite casi como una letanía por un autor que con ello revela su omnisciencia y su talante lúdico. Se maneja el opus clásico de que el azar o la causalidad es sólo fruto del desconocimiento, y por ello superado por la inteligencia, o por el demonio laplaciano de la omnisciencia. El autor lo sabe y juega al despiste, siguiendo las modernas tendencia filosóficas, tipo Karl Popper, que encuentran un último reducto de indeterminismo en la realidad, que la razón no puede llenar. Ese elemento azaroso es la creación, la poesía testigo de la relatividad del mundo; una lúcida mecánica cuántica blanda de causalidad, etapa final de la inteligencia.
Paradójicamente, Ángel García Galiano sugiere, mediante cinco piezas narrativas que convergen y escapan del mismo modo, una forma que en apariencia introduce al tiempo orden como azar y desconocimiento de las razones últimas de las acciones humanas. Ahí es donde cobra sentido la literatura, la contradicción de la vida y la impostura de la razón a ultranza. La estructura no podrá ya ser una demostración del azar, aunque brillante y retóricamente sea lo que pretende deslizar el autor.
Ese palíndromo conduce a la postre a los mismos lugares, y por ello estos adquieren un valor fungible, una dosis de intercambiabilidad que revela el azar, lo casual, el desorden como estigma. La contingencia del orden presumible es el libre despliegue para el pulso poético, para esa niña de la que se recuerda el inicio de sus pechos, o esas músicas de los Beatles como prespunte entre las etapas de la vida.
"Todo vuelva de nuevo a ser eterno, fugaz y transparente". No hay mecánica ni juego estructural tan brillante que no sea un simple estímulo para la creación literaria.
Esta novela es la de un escritor puro, de aquellos a los que no se puede poner un listón a primera vista ni un adjetivo que calme a los lectores de solapas. Es la espléndida muestra de alguien que anda hurgando en lo que W. James llamó "el dilema de determinismo". Un sabio ejercicio sobre el dilema del determinismo narrativo.
CLARÍN, 15-VI-1998
Sabas Martín
EL MAPA DE LAS AGUAS
Nacido en Madrid en 1961, Ánger García Galiano pertenece a la nueva generación de narradores españoles que está contribuyendo a aportar aires renovadores a nuestra novela. Incluido en la selección de escritores Páginas amarillas, donde ofrecía un relato original y sugestivo, Ángel García Galiano se estrena como novelista con El mapa de las aguas, publicado por la editorial Mondadori.
Estructurada como cinco capítulos en apariencia independientes, cerrados en sí mismos, que se ofrecen de forma no sucesiva, El mapa de las aguas es un intenso relato construido sobre la memoria y la evocación, situada en el territorio de la infancia. La novela se desarrolla en "un lugar de la Mancha" durante los años sesenta, con el trasfondo de una España provinciana y rural en la que perviven las sombras difusas de la guerra civil mientras el Apolo llevaba al hombre a la Luna y los Beatles transformaban la sensibilidad de los jóvenes de todo el mundo. Sobre estos puntos de referencia, Ángel García Galiano establece el relato de las experiencias de quien fuera niño y, años después, reconstruye lo vivido y recobra toda la emoción y la perplejidad de la mirada infantil. Más allá de la anécdota concreta, García Galiano en El mapa de las aguas nos ofrece una reflexión sobre la memoria de toda una generación, al tiempo que indaga en los límites de los sueños, los deseos, la angustia, el azar o el misterio del tiempo. Y lo hace con una escritura que en ocasiones bordea el registro poético y en la que abundan las complicidades literarias, los homenajes sentimentales y una inquebrantable fe en la necesidad de la palabra.
RADIO 5 (TODO NOTICIAS)
Juan Carlos Peinado
EL MAPA DE LAS AGUAS
Un condenado a muerte agota sus últimos minutos escribiendo una carta que enviará por correo electrónico a una destinataria desconocida. Mientras aguarda a que su círculo se cierre, explica los motivos que le condujeron a buscar en California una "muerte legal". El condenado deja de hablar y acaba el primer capítulo. Sin embargo (y al final se sabrá por qué) esa misma voz continúa hablando. A partir de este momento, cada una de las cuatro partes restantes constituyen sendos esfuerzos de reconstrucción autobiográfica, centrada sobre todo en el espacio de la infancia transcurrida en un pueblo de la Mancha. El narrador se recuerda como un niño entregado a la pasión por los Beatles, deslumbrado por la carrera espacial, virtuoso cazador de moscas y amador sin tasa ni éxito de la niña Alicia. Nadie se llame a engaño. No se trata de una novela de fácil elegía a lo que fue. Sobre cada recuerdo, en el centro mismo de esa ficción que se llama memoria, gravita y actúa el deseo (memoria hacia el futuro, imaginación). Es así como, sistemáticamente, el propio narrador va destapando y aceptando las falacias de una existencia tan soñada como vivida, sometida fatalmente a un punto de vista a ras del suelo. Sólo al final comprenderá la necesidad de elevarse, de contemplar la vida - las aguas - no desde la orilla, sino a vista de pájaro, y alzar así un mapa exacto para que el azar quede abolido. Ha elaborado una hipótesis que desentraña la mecánica del mundo y, cuando decide afrontar la prueba que la validará definitivanente, termina la novela.
El mapa de las aguas es una obra tan deslumbrante como insólita. Sus ambiciones, su concepción del tiempo, parecen más propios de la poesía que de la novela y, sin embargo, todo ello emana de cauces eminentemente narrativos, hasta tal punto que incluso las reflexiones más abstractas del narrador cobran su auténtico significado y valor porque previamente el relato las ha prefigurado en su peripecia. Vuelvo a repetirlo: no es frecuente encontrar (mucho menos en estos tiempos) una alianza tan estrecha entre construcción y sentido. Así, El mapa de las aguas no es una obra que simplemente hable de la falsa concepción diacrónica del tiempo y proclame su naturaleza circular, eternamente presente. Esta novela es en sí tiempo detenido y plural, ciclo en cuyo comienzo está su fin. Para ello el autor se ha pertrechado de unos instrumentos tan eficaces como sugerentes. Por ejemplo, el continuo volver sobre lo ya contado, el regreso tenaz de los sucesos e imágenes del pasado, junto con el intenso empleo de la anticipación, constituye una plataforma técnica implacable con la que se consigue transmitir ese modelo temporal basado en la simultaneidad, como si el tiempo interior de la conciencia - ¿hay otro? - se adensara en un aleph.
Algo similar puede decirse sobre la estructuración en cinco relatos. El primero y el último comparten el tono y la función de un testamento, y también la incógnita que nace tras su última palabra. El segundo y el cuarto coinciden el la exploración concienzuda y frustrada de la memoria. Y el tercero, que actúa como eje o centro, condensa en una breve anécdota la epifanía final del narrador (su título, "666", capicúa, parece señalar la naturaleza reversible de esta novela cuajada de palíndromos). Como se puede observar, desde la propia estructura se practica la simetría (el espejo, Alicia, son elementos recurrentes), y la simetría, como sabemos, desconoce la línea recta. Tal vez no sea posible comenzar a leer por cualquier parte, pero desde luego estamos ante una obra que, como pocas, invita a la relectura inmediata, como si fuera casi una necesidad interior de sus planteamientos.
Parece que una novela como la que nos ocupa, tan compleja narrativamente, y con unas ambiciones de calibre tan gureso, está condenada por fuerza a la aridez. Y, sin embargo, lo que en ella encontramos es unos personajes (como Alicia, la tía Gúmer o don Jesús, el maestro) que acaban alcanzando la calidez de lo entrañable, un paseo emocionado por los referentes culturales que conformaron la educación sentimental de toda una generación, y también una realidad histórica –la España de los años sesenta- que, al resumirse en un pequeño lugar de la Mancha, queda retratada como lo que era: un islote inmóvil y marginado, en el que el único cordón umbilical con el exterior es la imaginación (como ese astronauta en el que se refleja el narrador, incapaz de despegarse de su recinto amniótico: su memoria y du deseo). En la capacidad y la eficiencia con que García Galiano consigue reunir y conectar todos estos elementos, abriendo la lectura en múltiples direcciones, reside la certeza de estar ante algo tan importante como es la existencia de un proyecto literario personal y exigente. Que ese proyecto se haga efectivo en una primera obra es, además, señal de talento y madurez.
LEER. EL MAGAZINE LITERARIO (septiembre de 1998)
José H. Polo
LA VIDA ES UN PALÍNDROMO
Siempre ha habido cierta desconfianza de las primeras novelas. Recelo inmerecido las más de las veces, prejuicio repetidamente desmentido por la Historia de la Literatura. En la actualidad asistimos a una eclosión de primeras novelas que presentan una madurez en su desenvolvimiento y en el estilo y un dominio propios más bien de la más acendrada veteranía. "El mapa de las aguas" puede ser un ejemplo de ello. Desconcertante, reiterativa, con abundantes ideas y venidas, vueltas y revueltas, con soliloquios que parecen danzar en torno a unos pocos motivos centrales, un tanto laberínticos. García Galiano ha escrito una novela subyugante, llena de obsesiones, que prende la atención del lector.
Es fascinante comprobar la dosificación de elementos fantásticos dentro de la realidad; la alternancia de delirios próximos a la paranoia con detalles de observación del más estricto rigor. Ficciones intrigantes, casi arteramente acabadas abriéndose a diferentes finales posibles, pidiendo la complicidad del lector. Arranques originales y tortuosos desarrollos, tramas que, en cada capítulo, parecen formar un todo independizable de lo restante y, sin embargo, de tal modo urdidos con hilos comunes que, en conjunto, forman la novela de un mismo personaje.
Es magistral el supuesto imaginativo del primero de los capítulos-relato, original en su progresión y su desenlace. Lo es asimismo el último, donde el protagonista y narrador se dirige hacia el accidente que, según su visión profética, ha de dar fin a su vida; pero dejando la posibilidad de que, en el instante postrero, contra todo cálculo comprobado de probabilidades, su reacción voluntaria le libre de la tragedia. "No deseo saber si mi saber no impide": de qué vale saber, tener el don de la clarividencia si no sirve para evitar que lo previsto ocurra.
Juegos de palabras, manía por encontrar palíndromos – "el atlas, sáltale", "atar a la rata", "anula la luna" –, con la persistencia del principal, falso, presente siempre como fijación de aquel amor de infancia: "omaetaicila", Alicia-te-amo. La vida rutinaria y oscura del poblachón manchego que el protagonista-niño alumbra con sus imaginaciones, sus inventos, sus vuelos soñados, sus atisbos, su precoz entusiasmo por los Beatles, que le lleva a aprender inglés, descifrando sus canciones; la lucha contra los enjambres de moscas, los encierros fructíferos en el almacén de sus padres. Y, a través de todas sus páginas, con insistencia de pesadilla, describiendo sin cesar, alrededor, círculos, los complejos, las culpabilidades: la gruñona tía Gúmer, que murió el día que a él se le olvidó rezar por ella; la muerte en accidente de la madre; el atentado de ETA también antevisto, con la pregunta sempiterna de si pudo haber cambiado el destino avisando a tiempo. Las escenas de la confirmación del obispo, las canciones del grupo inglés – "I need you…" –, el triquitriqui, la perfección: "si estoy perfecto es que me he muerto".
La novela – y su novelista – está viva y es casi perfecta.
HERALDO DE ARAGÓN, 26-III-1998
Lluis Satorras
OTRO HIDALGO DE LA MANCHA
ÁNGEL GARCÍA GALIANO SE INCORPORA CON TALENTO A LA NUEVA NARRATIVA ESPAÑOLA
Ángel García Galiano crea, en su ópera prima, un poderoso narrador, un español de La Mancha, en una actuación, ciertamente, quijotesca, decide vender todas sus propiedades, liquidar sus asuntos, quedarse sólo con el dinero imprescindible y dirigirse a California, una ilusión de toda la vida, y, una vez allí, mediante un subterfugio que ustedes podrán ver si leen la novela, hacerse matar legalmente con una inyección letal. El personaje ha pasado por el Dakota Building, donde asesinaron a John Lennon; ha visitado, en Washington, el Museo del Espacio, donde se exhibe el módulo lunar Eagle, de la nave Apolo XI, y allí ha llorado a lágrima viva; ha recorrido la ciudad de Carmel en recuerdo de su fundador fray Junípero y de su ex alcalde Clint Eastwood y, ahora, después de dar una vuelta por California, se halla en el corredor de la muerte, escribiendo en el ordenador, mientras bebe una botella de vino blanco de los viñedos de Francis Ford Coppola. Así empieza una novela vasta y compleja, cuyos sucesos fundamentales tienen lugar en un pueblo perdido de La Mancha, muy cerca, nos dicen, del lugar donde nació Don Quijote y de la cueva de Montesinos. Sólo al final, trazado el dibujo completo de los acontecimientos, entenderemos el sentido del sorprendente capítulo inicial.
García Galiano ha escrito una primera novela extraordinaria. Dotado de un poderoso caudal lingüístico, el autor crea un narrador prodigioso que rememora sucesos reales e imaginarios mediante una prosa que circula a saltos por diferentes tiempos y escenarios al albur de los caprichos de la memoria. Lejos de toda facilidad, García Galiano muestra un inquebrantable estilo, vivo, sinuoso y sugerente, que mantiene la tensión a lo largo de todas las páginas con momentos álgidos que el lector agradece.
La materia narrativa de El mapa de las aguas se distribuye en cinco largos capítulos. Cada uno de ellos introduce temas y motivos nuevos al mismo tiempo que reitera y reelabora los antiguos. Una estructura en espiral que da al lector la impresión de un presente constante, un recorrido circular en torno a una serie de elementos base, una inmersión sin fisuras, agobiante a veces, en las obsesiones del narrador. Un discurso envolvente y repetitivo cuyo final remite al principio. El objetivo del discurso narrativo es la búsqueda de una verdad fundamental, un proceso con ribetes místicos. Como advierte el mismo narrador, se trata de recorrer los bordes para llegar al centro. Contemplación total simbolizada en el título, en el dominio que el narrador tiene sobre una ciudad construida para las moscas, en la visión conjunta del pueblo desde las ruinas del castillo, en la mirada que lanzan sobre la tierra los astronautas desde la luna o en la cosmología de Laplace.
Novela rebosante de referencias intertextuales, casi siempre bien traídas, tiene en la Alicia de Lewis Carrol la más repetida. El narrador, sin nombre, quiere seguir el consejo de Humpty Dumpty a Alicia sobre la necesidad de dejar de crecer a los siete años y en torno al verano en que los cumple, cuando en un mismo día escucha por primera vez una canción de los Beatles y retransmiten por televisión la llegada de los astronautas a la luna, gira la narración. Hay una Alicia de ficción y otra real; por ello simboliza la confusión entre la realidad y la imaginación. Una mezcla que el narrador no desvela. La decisión es del lector. García Galiano ha entrado con fuerza en el panorama de la narrativa joven. Habrá que seguirle la pista.
EL PAÍS, 7-IV-98
Valeria Scorpioni Coggiola
SALTI DA RANOCCHIO
El mapa de las aguas è un romanzo inconsueto nel panorama della narrativa spagnola contemporanea, attualmente invischiata nella commistione postmoderna dei generi; appare, dunque, tanto più promettente in quanto rappresenta l'esordio letterario del suo autore. Riassumerne la trama risulterebbe un'operazione non solo difficoltosa, vista la complessità del testo, ma anche scorretta, dato che la narrazione è volutamente frammentaria. La storia é raccontata in prima persona da un "io", che, come esplicitamente dichiarato nel testo, non garantisce affatto lo statuto autobiografico dell'opera.
Parafrasando una dichiarazione del narratore, si può affermare che si tratta di un memoriale di fatti, persone, ipotesi da verificare, procedendo a zigzag, con salti da ranocchio. Il primo e l'ultimo capitolo costituiscono un racconto al presente, databile nell'anno 1994 (i riferimenti cronologici, più o meno espliciti, sono numerosi). Entrambi annunciano il suicidio del protagonista e affidano al computer le sue memorie; le circostanze, tuttavia, sono diverse e diversi sono anche gli interlocutori cui viene indirizzato il memoriale: nel primo caso, il protagonista, che è riuscito a fabbricare false prove per farsi condannare a morte – innocente – in California, comunica la propria esperienza per via telematica all'amata Alicia; nell’ultimo capitolo il narratore, in procinto di cercare la morte per affogamento, sta mettendo su dischetto la propria storia, affinché quello che era stato il suo maestro delle elementari la faccia pubblicare.
Tra il capitolo d'esordio e il capitolo conclusivo si dipana disordinatamente il filo dei ricordi: memoria individuale per quanto riguarda l’infanzia vissuta negli anni sessanta in "un lugar de la Mancha", lo strano dono di prevedere gli avvenimenti, banali o catastrofici, nel ristretto ambito delle relazioni personali, la preoccupazione per la responsabilità che tale "dono" comporta, l'amore per l'evanescente Alicia; la memoria generazionale, invece, recupera l'emozione per le prime missioni spaziali e l’entusiasmo per i Beatles, interpreti della sensibilità adolescenziale dell'epoca.
All'origine della rievocazione sta l'affanno di ricostruire il "mapa de las aguas", l'esatta topografia del metaforico stagno dell'esistenza, in cui ogni sasso gettato (ogni azione individuale) provoca una serie di cerchi, che colludendo fra loro formano una trama complessa, non percepibile dall'osservatore che resta a pelo d'acqua. Si impone una visione dall'alto, metaforicamente allusa dall'esperienza degli astronauti e dagli sforzi che il protagonista bambino pone in opera per riuscire a volare. Emblema ricorrente del processo di sistematizzazione è l'immagine del gioco enigmistico della pista cifrata: si uniscono tra loro trentaquattro punti ed ecco apparire una figura già prefissata, presenza virtuale a cui mancava solo l'ordine della ricostruzione. Come spesso è ripetuto nel testo, con affanno di autoconvincimento, il caso accidentale non esiste; si tratta solo di prospettiva visuale; l'azzardo è soltanto la proiezione dell'ignoranza, dell'incapacità di vedere dall'alto la mappa definita dell'esistenza.
Il primo capitolo si apre con una password per computer, "omaetaicila", palindromo per "Alicia te amo"; l'intero testo risulta essere strutturalmente una sorta di palindromo continuo, in quanto è possibile leggerlo a partire da qualunque punto della narrazione, procedendo o retrocedendo. La circolarità, l'equidistanza dal centro dei contenuti narrativi trova riscontro, sul piano formale, nell'invenzione quasi pirotecnica di una vastissima serie di palindromi: dalla già accennata chiave di lettura "omaetaicila" a "Adán nada", "Edipo lo pide", "azar y raza", fino al geniale simbolismo di "atlas anula", in cui si coniugano il potere chiarificatore dell'atlante con la necessità di saltare sulla luna, di vedere dall'alto.
Coerentemente, sul piano tematico, ricorre continuamente lo specchio, che va attraversato pe mezzo della parola magica che converte la realtà/verità in fantasia/menzogna e viceversa. Il riferimento a Lewis Carroll è esplicito, non solo nell'epigrafe al secondo capitolo, ma anche nel corso del testo con continui riferimenti ai personaggi fantastici del racconto, nonché nel nome dell'innamorata, Alicia. Lo specchio, inteso come diaframma, si attualizza e concretizza nello schermo del computer attraverso il quale il protagonista comunica con i propri interlocutori.
Il romanzo oscilla fra tradizione e innovazione; alla prima appartiene il gusto del narrare, che fa sì che ogni racconto episodico arrivi a una conclusione esplicativa, magari dilatata nel corso dei capitoli, ma che non delude mai la curiosità del lettore.
Sempre nel solco di una tradizione ormai consolidata sono il carattere memoriale del romanzo, la continua consapevolezza della scrittura (che si spinge fino a indicare quante pagine manchino alla conclusione) e, non ultimo, il ricorso all'espediente topico dell'edizione del manoscritto (attualizzato in un dischetto per computer) a cura di un personaggio diverso dal narratore. Il carattere innovativo del romanzo è tutto da scoprire nella lettura di pagine accattivanti, che, allo stesso tempo, fanno riflettere sulla letteratura e/o sull'esistenza.
L’INDICE, 9-X-1998
Francisco Solano
"EL MAPA DE LAS AGUAS"
EL ALMA Y SU TIEMPO
Con su primera novela, El mapa de las aguas, Ángel García Galiano propone al lector un complejo tejido verbal, nada común en la narrativa actual. Por un lado, partiendo de unas cuantas experencias decisivas en la biografía del narrador (su infancia en un pueblo de La Mancha, las canciones de los Beatles, la llegada del hombre a la luna), intenta establecer una suerte de topografía de la memoria que sea, a la vez, la explicación de una vida. Por otro, la novela expresa la imposibilidad de que la vida tenga un significado acorde con el echo de estar vivo, pues la vida sólo adquiere su plenitud o definitivo fracaso con la muerte, con la desaparición. "La palabra magíca que, por fin, me haga invisible, la perfección de las palabras", invoca el narrador en las últimas páginas, a punto ya de disolverse en la memoria del lector.
Se trata de un personaje, narrador de sí mismo, consciente de que narrar es vivir, y dejar de narrar, por tanto, abrir un espacio a la muerte. Así, El mapa de las aguas se estructura, en sus cinco capítulos, como una sucesión de abordajes, siempre desde la proximidad de la muerte, contra las leyes ocultas de lo que llamamos azar, y que no es sino la trama donde se tejen las claves de su destino. Pues este personaje, que se multiplica e inventa hacinedo trizas la cronología del tiempo (el tiempo, aquí, es discontinuo, o esférico, y se subordina a la peculiar percepción del personaje), ha conseguido averiguar esas claves, y en El mapa de las aguas las dispone a la complicidad del lector, a sabiendas de que sólo así su muerte, que no puede ser narrada, alcanzará un significado de coherencia y plenitud, no de error e fracaso.
La novela se inicia, en California, con una larga carta a través de Internet que un condenado a muerte escribe a un amor fantasma de su primera juventud. Aquí los fantasmas, el mundo sensitivo de la imaginación, los recuerdos, tienen una concreción tan decisiva como las fechas o las ciudades. De echo, todo es una sabia mezcla de irrealidad y verificación, un modo de conciliar el mundo interior, secreto, subjetivo, de las intuiciones y obsesiones, con una época concreta que abarca los 33 años transcurridos entre su nacimiento, en julio de 1961, y la fecha que podemos considerar su primera muerte, en agosto de 1994. Pues sucede que, leído el capítulo inicial, esa voz que habla minutos antes de la muerte seguirá hablando en los capítulos posteriores, como surgida del otro lado del espejo al que se ha arrojado. Será, siempre, la misma voz, lo que supone un reto narativo que probablemente desconcertará a los lectores muy acomodados a la verosimilitud decimonónica que hoy, tristemente, son multitud. ¿Quién narra ahora, se preguntará el lector? O tal vez, con mejor criterio, ¿desde dónde habla una voz que ya ha desaparecido? La propuesta narrativa apunta, en el orden de las estructuras, a las simultaneidad y a la regulación del caos, y en el orden de las concepciones narrativas a la ambición más alta: apresar la vida, esa vida inusitada y secreta de la memoria, en la corriente fluvial de las palabras.
Para lograrlo, García Galiano ha vinculado cada experiencia decisiva de su personaje a la mitología de nuestro tiempo, y así ha conseguido que la crónica histórica de estos años parezca poesía, que las noticias periodísticas conserven el sabor de lo vivido y qua la educación sentimental (la música de la radio, los primeros discos) tengan una clara correspondencia, a la manera de Baudelaire, "que cantan los transportes del alma y los sentidos". Además, este personaje que escribe siempre despidiéndose, es un trasunto evidente de toda una generación, ahora en los comienzos de la madurez, un símbolo de una época irrepetible, donde acaso se produjeron las últimas perplejidades verdaderas y un claro ensanchamiento de la sensibilidad, antes de que todo desembocara en este presente de rutina, cuyo nombre es también banalidad.
Pero El mapa de las aguas es mucho más que un magnífico fresco de época. Su escritura opera en los territorios inestables del alma que se siente atribulada por el don de la predicción, que ve el desastre antes de que se produzca, que asume el dolor y la culpabilidad ajena, que admite la negligencia propia como un delito y se entrega sin reservas a la reprobación sabiéndose inocente. De ahí que sobresalga, en la conformación anímica de este personaje, una cálida gratitud hacia todo lo vívido, que convierte estas paginas en una experiencia de emoción profunda, no sólo literaria, sino vital, necesaria. Este personaje que nos cuenta sus tardes pesarosas de verano cazando moscas, su primer amor juvenil, las leyes de un número fatídico, su conmoción ante el asesinato de Lennon y de un político en San Sebastián, sabe que ningún hecho del universo es gratuito, que las alas de una mariposa provocan un terremoto, y en su lúcida impotencia se entrega a la fatalidad, pero después de retribuir a la vida la deuda del resplandor recibido. Ese resplandor es, justamente, esta novela: El mapa de las aguas
RESEÑA, 292
Juana Vázquez
MENSAJES EN EL AGUA
L ENIGMA DE UN NIÑO-HOMBRE QUE RECORDABA EL FUTURO
En El mapa de las aguas, primera novela del crítico y profesor Ángel García Galiano, la línea se transforma en círculo, la narración envolvente se desentiende de la historia y equidista de cualquier punto de la misma, sin principios ni finales, como la vida. Mediante palabras mágicas: "omaetaicila" –equivalente a Alicia te amo–, y algunas otras, el protagonista accede a la clave de la cara oscura del espejo, que refleja el enigma del futuro.
Estas técnicas narrativas, fonéticas, estructurales, etc., son necesarias para la obra, puesto que se imbrican en la magia-dolor-poesía de la vida, a través de las matemáticas de las estrellas, de la escritura sobre las aguas, del libro del universo leído desde arriba, cuando se alcanza a cerrar el círculo. Antes, han transcurrido infructuosos años al acecho de la esquina, la aparición..., cuadrando números y determinadas situaciones: "el humo", "la música", "el recuerdo infantil"... y ahí está el fogonazo, la premonición, el futuro que se une con el presente, o... ¿es ya pasado...?
El tiempo como espiral, el destino humano escrito con antelación, son temas que se oponen a la idea central: de nada vale alcanzar el enigma, pues cada hombre tiene su propio número mágico, y para hallar la respuesta, debe retar a Dios y verle el rostro, después llegará a la sabiduría, pero tampoco ira más allá, ya que se repetirán las incógnitas.
Además, si "esta sabiduría" no sirve sino para adelantar el conocimiento de la catástrofe, si no puede cambiar el rumbo de los hechos, ¿para qué conocerlos...?
Sirviendo de entorno a esta narración, se encuentran una serie de hechos cotidianos, que perfilan la vida de dos hermanos en un pueblecito olvidado de La Mancha, a finales de los años 60. Algunos de ellos son la pasión del protagonista por los Beatles, el maestro-amigo de la escuela, el estudio del catecismo, la llegada del hombre a la luna, el amor, el afán de volar... y, en último término, también aparecen muchas de las claves del "espíritu" de esta época. Entre ellas está "el gordini", el tocadiscos, las películas del pueblo proyectadas en el corral de una casa, la novela social, la confirmación del protagonista por el obispo..., y todo el entorno de este pueblecito manchego, en donde el castillo, la escuela, las albercas..., son el mapa por donde discurre la fantasía de un niño de siete años, que se rompe, cuando su hermano mayor sufre el cambio de voz y le comunica su "noviazgo" con Alicia. Desde entonces, su historia ya sólo será biografía.
Poesía, sueño, y multitud de símbolos, aparecen en un discurso intertextual, que si hubiera girado unas vueltas menos, sobre todo, en algunos apartados, como el de los Beatles podría ser perfecto. No obstante, es una excelente obra, que transcurre en el territorio de lo mágico-real, rodeada de la estructura, el tono, el clima, el lenguaje... necesario para no perder ni una gota del enigma que envuelve la vida (del hombre, que está escríto sobre las aguas. Habrá que seguir estas huellas literarias de cara a la novela del siglo XXI.
EL MUNDO, 1-V-1998